Y por fin llegó la medianoche...después de un largo día de verano jugando
en el jardín con mis hijos, sintiendo cada contracción con amor y plenitud,
contracciones suaves, muy irregulares y amables...dichosa de lo que estaba aconteciendo,
deseosa por tener en brazos a mi bebé, llena de paz y armonía...disfrutando,
gozando, recibiendo la expansión de mi útero con una canción y despidiéndome
con un; “Una menos para verte mi amor...”,mi cuerpo se había puesto en marcha y
no parecía querer frenar.
Mis hijos duermen, la noche se augura
larga, saciada de amor y caricias de
mi
compañero, decido, ahora sí, conectarme a ti,
ser una contigo, concentrarme
para
ayudarte en tu camino de salida.
Ahora que todos duermen, sólo estamos tú y yo.
Observo las caritas de mis hijos que tan plácidamente duermen, sus pequeños
cuerpecitos, en ellos voy encontrando la fuerza, el impulso, las contracciones
comienzan a ser más fuertes, más intensas, más regulares...las gestiono bien, me cuelgo de la puerta del dormitorio para sobrellevar el dolor,
necesito estar de pie, respiro, inhalo aire, y lo dejo salir…vocalizando
un suave ahhhhhhh que dejo fluir a modo de canto…
Mi mente decide evadirse y comienzo a visualizar montañas, comienzo a
escalar, me siento fuerte y enérgica, hago un gran esfuerzo, sostengo a mi bebé
en brazos, estamos exhaustas, seguimos subiendo la montaña, llegamos a lo más
alto, y vemos, un sol muy radiante, es el útero que quiere explotar, son los
rayos del sol que queman, es una explosión de dolor transformado en amor, es un
dolor de plenitud, un dolor de expansión, un dolor con sentido…
No es dolor, es intensidad, estas palabras resuenan en mi interior durante el tiempo que dura la contracción...
Y visualizo un arco iris, precioso, luminoso, colorido... un paisaje, el más bonito que jamás
haya visto, parece el Everest, estamos en la cima mi amor, lo hemos conseguido.
Comenzamos el descenso, la bajada es más fácil, ya casi estamos, ya estamos
llegando, el dolor comienza a disiparse...y yo me despido de él como si de un
mantra se tratara con un;
"Una menos para verte mi amor..."
Y así iban pasando las horas, las 2, las 3, las 4 de la mañana...
De esta manera dominaba el dolor, alternando ratos en la mecedora, las
contracciones venían más armoniosas, irregulares, y menos intensas...y a ratos
deambulando por la casa, en los que las contracciones eran más seguidas e
intensas, yo sólo tenía que escuchar a mi cuerpo y dejarme llevar...
Me siento conectada con todas las mujeres que en ese momento cómo yo, están
pariendo, conectada a la luna, a las hembras mamíferas, a todas las mujeres que
en la historia de la humanidad habían parido en sus casas, en el calor y la
intimidad de sus hogares, me siento envuelta en un halo de paz y perfecta
armonía.
Siento mucho frío, comienzo a temblar...me reconfortan un pañuelo en la
cabeza, una manta y unos calcetines...se va pasando el frío...me encuentro bien
y tranquila, continuo dominando las contracciones, bebo mucha agua, y en el
contemplar de mis angelitos durmiendo sigo encontrando el impulso, todo cobra
sentido, y tú y yo seguimos escalando el Everest que tan bien nos esta haciendo
en el silencio y la oscuridad de la noche...
No me siento sola en ningún momento porque tú estás conmigo, me siento conectada a tí...
Miro el reloj de la cocina y son ya las 4;30 de la mañana, busco el calor
de mi marido, no hablamos, nos sentimos, la sentimos a ella, él me acaricia y
las contracciones parecen dar tregua...tengo la sensación de estar dormida…descanso
y recupero fuerzas...
Y vuelven...
Esta contracción me hace levantar de la cama, es más fuerte, más intensa,
viene otra y otra y mi marido avisa a nuestras matronas.
Escucho a los perros que las saludan al llegar, voy a la puerta a
recibirlas, les regalo una contracción abrazada a ellas, no hace falta hablar,
existe una gran complicidad entre nosotras desde el primer momento, me siento
feliz de saber que están...ya no falta nadie,
…sólo falta que nazcas tú.
Escuchamos el latido de Emma, atesoro ese instante lleno de magia, sólo se
escucha en el silencio de la noche PUM PUM PUM PUM …es el corazón de
nuestro bebé, nos miramos los 4, sonreímos, y digo; está contenta...y continuo
a lo nuestro.
Mientras las matronas están terminando de preparar la piscina de parto, en
silencio, respetuosas, estando sin estar...Fran está a mi lado, entregado,
dándolo todo, y yo abrazada a su cuello, de pie...siento su amor, me llenan sus
“te quiero...” su pecho es mi refugio, me da seguridad y paz.
Se escucha bajito Cold Play, me gusta…y siento la certeza de que todo va
bien, contoneo la pelvis...Gracias mi amor porque juntos bailamos las
contracciones al son de mi música favorita, juntos le guiamos a nuestra hija el
camino de salida, lo recuerdo como el momento más romántico que he vivido a tu
lado.
Llega un momento en el que comienzo a sentir cansancio, mucho sueño, camino
hacia el baño, me sobra la ropa, tengo calor, me apetece darme una ducha
calentita, necesito aliviar este dolor, debían ser las 6;15 de la mañana porque
pronto nacerías tú...Fran me dice que me espere que ya está casi lista la
piscina de parto, y le pido un tacto sin mucha convicción a Antonia que me dice
que no con una sonrisa con la que lo expresa todo, estamos en perfecta
sintonía, ahora sé que ya estás muy cerca…sólo necesito tener la certeza de que
estoy lo suficientemente dilatada para no interrumpir el trabajo de parto
entrando a la piscina antes de tiempo...me siento muy cansada...
Bendita respiración, parir duele, sí que duele, me retuerzo de dolor…
quizás hablar me desconcertó, quizás es que ya estás aquí, siento ganas de
empujar, se va la contracción, camino hacia el salón, me concentro de nuevo,
estoy cerca de la piscina pero no siento ganas de entrar, me siento bien de
pie, abrazada al cuello de Fran, espero la contracción, y siento un potente
PLOFFFFF, es la bolsa que se rompe, siento el agua caliente cayendo y
mojando mis piernas, me agarro con más fuerza al cuello de Fran…
Ahora sí siento cómo un huracán se apodera de mi cuerpo, la cabeza de mi
bebé termina de bajar, estoy muy para adentro, visualizando lo que está
ocurriendo en mi interior, la cabeza de mi hija corona, la toco con mi mano, y
vocalizo con un fuerte AHHHHHAHHHH, duele mucho, pero sé que muy
pronto te tendré en mis brazos, siento dolor y alivio porque sé que ya es el
final, no queda nada para conocerte, me muero de ganas de tenerte conmigo.
Intuyo que no se han percatado de que Emma está naciendo, estamos a oscuras
en el salón, están en la cocina, la música está sonando, así que cojo la mano
de mi marido; tócala, ya está aquí...es Emma. Las matronas me escuchan y viene Antonia de puntillas, sigilosa, en
silencio, se coloca detrás de mí, espero la contracción en la que no tengo que
empujar, mi cuerpo lo hace todo sólo, yo nada más me agarro con fuerza para no
tambalear, en realidad es un momento muy tranquilo, y sale su cabeza, todavía
dentro de mí siento cómo su cuerpo rota, la miro… siento esa sensación de cómo
nos partimos en dos, y espero a que venga ahora sí, la última contracción en la
que ya sale todo su cuerpecito, qué sensación de alivio tan inmensa. La
recibimos con todo nuestro Amor, unidas por el cordón, mi preciosa bebé, te
abrazo, cuánto te quiero, cuánto te amo, mi ángel, nuestro ángel, serena,
tranquila, nos miramos, nos enamoramos, doy las gracias, no sé cuántas veces
doy las gracias, siento una inmensa gratitud a la vida por dejarme vivir tan
maravillosa experiencia.
Me parece fácil, tan bonito, tan natural, tan mágico, eso digo...Enseguida le pido a Fran que despierte a los niños, serían las 6:40
de la mañana, empezaba a amanecer, Antonia y Olga me ayudan a acostarme en el sofá...
vienen los nenes, conocen a su hermanita, cada uno a su ritmo, Enrique más
efusivo, Álvaro más observador, momento que tengo grabado en mi retina para
siempre, la alegría que sintieron al ver a su hermanita a unos minutos de
nacer, todavía unida a mí por el cordón umbilical…
Emma no se lo piensa mucho, rápidamente y con gran sabiduría agarra el
pecho, estamos desnudas, sintiéndonos, piel con piel, la huelo, adoro el olor a
bebé recién venido a este mundo, es un olor a Felicidad. Siento a nuestras
matronas cercanas y amorosas, felices, nos dan amor a todos, se cercioran de
qué todo está bien, sólo hay un pequeñísimo desgarro, les pido que si no es
necesario no me den ningún punto, mi marido corta el cordón cuando deja de
latir bajo la atenta mirada de nuestros hijos, y ahora ufff una contracción...ya
se me había olvidado…el segundo parto...tengo que parir la placenta, tres
contracciones incómodas, y empujo un poco y sale una flamante placenta con
forma de corazón que observamos todos con atención, vemos por fin el árbol de
la vida, precioso milagro el que estaba sucediendo en nuestro hogar, ahora sí
toda esta aventura estaba dando fin para dar paso a una nueva vida para
nosotros, una nueva familia acababa de nacer.
Nos sentimos felices, plenos e inundados de gratitud, por fin ha nacido
Emma, decían los niños.
Y para terminar este cuento, nuestros hijos deciden aprovechar el agua
calentita de la piscina de parto y cerrar esta maravillosa noche de luna,
dándose un rico baño, entre risas y en una nube de oxitocina.
Gracias Fran por tu amor incondicional, por acompañarme y apoyarme en todo,
por confiar siempre en mí.
Gracias a mis hijos por abrirme el camino, por ser mis hijos maestros…
Gracias a las matronas que libremente decidimos que nos acompañaran en este viaje, dos ángeles que se mantuvieron cerca antes, durante y después
del parto, brindándonos todo su cariño, respeto, sostén y protección.
Gracias a mi hija Emma por hacer que este sueño se hiciera realidad, por
escalar juntas el Everest, porque no te imaginas todo el sentido que le has
dado a nuestra familia, la familia que tú has elegido.
Gracias a todas las mujeres que decidieron narrar y compartir su
parto, porque ha sido en gran parte, leyéndolas, que he podido romper con muchos
miedos y barreras en mi mente…en mi parto hay un poquito de todas…
Y por último, gracias también a mí, por sentirlo, soñarlo, atreverme,
fluir, soltar y vivirlo con intensidad y con las emociones a flor de piel…
Un abrazo cariñoso,
Lola